jueves, 30 de abril de 2020

Estudio Bíblico de Nehemías capítulo 7

NEHEMIAS 7






Y LUEGO que el muro fué edificado, y asenté las puertas, y fueron señalados porteros y cantores y Levitas,

2

Mandé á mi hermano Hanani, y á Hananías, príncipe del palacio de Jerusalem, (porque era éste, como varón de verdad y temeroso de Dios, sobre muchos;)

3

Y díjeles: No se abran las puertas de Jerusalem hasta que caliente el sol: y aun ellos presentes, cierren las puertas, y atrancad. Y señalé guardas de los moradores de Jerusalem, cada cual en su guardia, y cada uno delante de su casa.

4

Y la ciudad era espaciosa y grande, pero poco pueblo dentro de ella, y no había casas reedificadas.

5

Y puso Dios en mi corazón que juntase los principales, y los magistrados, y el pueblo, para que fuesen empadronados por el orden de sus linajes: y hallé el libro de la genealogía de los que habían subido antes, y encontré en él escrito:

6

Estos son los hijos de la provincia que subieron de la cautividad, de la transmigración que hizo pasar Nabucodonosor rey de Babilonia, y que volvieron á Jerusalem y á Judá cada uno á su ciudad;

7

Los cuales vinieron con Zorobabel, Jesuá, Nehemías, Azarías, Raamías, Nahamani, Mardochêo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nehum, Baana. La cuenta de los varones del pueblo de Israel:

8

Los hijos de Paros, dos mil ciento setenta y dos;

9

Los hijos de Sephatías, trescientos setenta y dos;

10

Los hijos de Ara, seiscientos cincuenta y dos;

11

Los hijos de Pahath-moab, de los hijos de Jesuá y de Joab, dos mil ochocientos dieciocho;

12

Los hijos de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro;

13

Los hijos de Zattu, ochocientos cuarenta y cinco;

14

Los hijos de Zachâi, setecientos y sesenta;

15

Los hijos de Binnui, seiscientos cuarenta y ocho;

16

Los hijos de Bebai, seiscientos veintiocho;

17

Los hijos de Azgad, dos mil seiscientos veintidós;

18

Los hijos de Adonicam, seiscientos sesenta y siete;

19

Los hijos de Bigvai, dos mil sesenta y siete;

20

Los hijos de Addin, seiscientos cincuenta y cinco;

21

Los hijos de Ater, de Ezechîas, noventa y ocho;

22

Los hijos de Hasum, trescientos veintiocho;

23

Los hijos de Besai, trescientos veinticuatro;

24

Los hijos de Hariph, ciento doce;

25

Los hijos de Gabaón, noventa y cinco;

26

Los varones de Beth-lehem y de Netopha, ciento ochenta y ocho;

27

Los varones de Anathoth, ciento veintiocho;

28

Los varones de Beth-azmaveth, cuarenta y dos;

29

Los varones de Chîriath-jearim, Chephira y Beeroth, setecientos cuarenta y tres;

30

Los varones de Rama y de Gebaa, seiscientos veintiuno;

31

Los varones de Michmas, ciento veintidós;

32

Los varones de Beth-el y de Ai, ciento veintitrés;

33

Los varones de la otra Nebo, cincuenta y dos;

34

Los hijos de la otra Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro;

35

Los hijos de Harim, trescientos y veinte;

36

Los hijos de Jericó, trescientos cuarenta y cinco;

37

Los hijos de Lod, de Hadid, y Ono, setecientos veintiuno;

38

Los hijos de Senaa, tres mil novecientos y treinta.

39

Los sacerdotes: los hijos de Jedaías, de la casa de Jesuá, novecientos setenta y tres;

40

Los hijos de Immer, mil cincuenta y dos;

41

Los hijos de Pashur, mil doscientos cuarenta y siete;

42

Los hijos de Harim, mil diez y siete.

43

Levitas: los hijos de Jesuá, de Cadmiel, de los hijos de Odevía, setenta y cuatro.

44

Cantores: los hijos de Asaph, ciento cuarenta y ocho.

45

Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Accub, los hijos de Hatita, los hijos de Sobai, ciento treinta y ocho.

46

Nethineos: los hijos de Siha, los hijos de Hasupha, los hijos de Thabaoth,

47

Los hijos de Chêros, los hijos de Siaa, los hijos de Phadón,

48

Los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Salmai,

49

Los hijos de Hanán, los hijos de Giddel, los hijos de Gahar,

50

Los hijos de Rehaía, los hijos de Resín, los hijos de Necoda,

51

Los hijos de Gazzam, los hijos de Uzza, los hijos de Phasea,

52

Los hijos de Besai, los hijos de Meunim, los hijos de Nephisesim,

53

Los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacupha, los hijos de Harhur,

54

Los hijos de Baslith, los hijos de Mehida, los hijos de Harsa,

55

Los hijos de Barcos, los hijos de Sísera, los hijos de Tema,

56

Los hijos de Nesía, los hijos de Hatipha.

57

Los hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Sotai, los hijos de Sophereth, los hijos de Perida,

58

Los hijos de Jahala, los hijos de Darcón, los hijos de Giddel,

59

Los hijos de Sephatías, los hijos de Hattil, los hijos de Pochêreth-hassebaim, los hijos de Amón.

60

Todos los Nethineos, é hijos de los siervos de Salomón, trescientos noventa y dos.

61

Y estos son los que subieron de Tel-melah, Tel-harsa, Chêrub, Addón, é Immer, los cuales no pudieron mostrar la casa de sus padres, ni su linaje, si eran de Israel:

62

Los hijos de Delaía, los hijos de Tobías, los hijos de Necoda, seiscientos cuarenta y dos.

63

Y de los sacerdotes: los hijos de Habaías, los hijos de Cos, los hijos de Barzillai, el cual tomó mujer de las hijas de Barzillai Galaadita, y se llamó del nombre de ellas.

64

Estos buscaron su registro de genealogías, y no se halló; y fueron echados del sacerdocio.

65

Y díjoles el Tirsatha que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote con Urim y Thummim.

66

La congregación toda junta era de cuarenta y dos mil trescientos y sesenta,

67

Sin sus siervos y siervas, que eran siete mil trescientos treinta y siete; y entre ellos había doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras.

68

Sus caballos, setecientos treinta y seis; sus mulos, doscientos cuarenta y cinco;

69

Camellos, cuatrocientos treinta y cinco; asnos, seis mil setecientos y veinte.

70

Y algunos de los príncipes de las familias dieron para la obra. El Tirsatha dió para el tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones, y quinientas treinta vestiduras sacerdotales.

71

Y de los príncipes de las familias dieron para el tesoro de la obra, veinte mil dracmas de oro, y dos mil y doscientas libras de plata.

72

Y lo que dió el resto del pueblo fué veinte mil dracmas de oro, y dos mil libras de plata, y sesenta y siete vestiduras sacerdotales.

73

Y habitaron los sacerdotes y los Levitas, y los porteros, y los cantores, y los del pueblo, y los Nethineos, y todo Israel, en sus ciudades. Y venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades.





Nehemías 7:1-73


séptimo capítulo del libro de Nehemías, que concluye la primera sección de este libro iniciada en el capítulo 1 y que hemos titulado la "Reedificación de los muros
En este capítulo se destaca el registro familiar realizado por Nehemías. Para la restauración de  los muros de Jerusalén. Ellos comenzaron entonces a proteger la ciudad; el templo había sido reedificado y gran número de las casas también. Dentro de la ciudad aún quedaba mucho trabajo por hacer. 
Todavía se estaban limpiando los escombros que allí se habían acumulado. Pero en ese momento era necesario proteger la ciudad porque el enemigo que había tratado de detener  la reedificación de los muros, podría tratar de entrar y destruir la ciudad. Veamos ahora lo que dice aquí el versículo 1, de este capítulo 7 de Nehemías:

1"Después que el muro fue edificado y se colocaron las puertas, se nombraron porteros, cantores y levitas".

Una vez concluida la muralla, Nehemías colocó las puertas en sus correspondientes lugares, y nombró a los hombres que protegerían la ciudad. Los porteros eran los que vigilaban. Ellos estaban de guardia y eran los que estaban alrededor de ese muro, guardando, vigilando lo que ocurría fuera e informando de ello a los que estaban dentro. Si se aproximaba algún enemigo o se observaba algún peligro en el exterior, hacían sonar la alarma. Era una tarea permanente de 24 horas de duración; o sea que vigilaban de día y de noche. Por tanto, eran personas que habían sido seleccionadas cuidadosamente y que cumplían requisitos. Pero vamos a ver que las normas establecidas no se cumplieron como debían haberse cumplido. 

Los guardias de las murallas no tenían que ser indiferentes frente a las personas que llegaban y penetraban dentro de las murallas.

Esa prohibición era para las personas que se mezclaban con los enemigo y Volvian a Jerusalén, vemos que, además de nombrar porteros para que vigilaran la ciudad, Nehemías nombró cantores.

 En el capítulo siguiente encontraremos a Nehemías diciendo: "La alegría del Señor es vuestra fuerza". El espíritu de alabanza es el espíritu de poder. Esto quiere decir que los creyentes tendrían que ser un grupo de personas alegres. Pero esa alegría está con frecuencia ausente de la iglesia. Pero el estudio de la Biblia no es para muchos una fuente de alegría y disfrute. Y eso se nota incluso en el semblante de la gente cuando escucha la exposición de la Palabra.

Ahora, Pablo dijo en Efesios 5:18 y 19 que la señal del creyente lleno del Espíritu era esta: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, sino sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor". Observemos que en la frase "hablando entre vosotros con salmos", la palabra "Salmos" se refiere a la alabanza. La palabra "Himnos" nos habla de las perfecciones atribuidas a la Deidad. Estas realidades y el hecho de ensalzar lo hermosa que es la persona de Jesús constituyen el tema de nuestras canciones y ello trae alegría a nuestra vida.

El tener aquellos porteros y cantores hacía de Jerusalén una gran ciudad. Pero eso no era todo, sino que también nombraron levitas. Ellos eran los ministros o servidores de los servicios religiosos. El escritor del libro de los Proverbios dijo en el capítulo 18, versículo 16 "La dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva ante la presencia de los grandes". En otras palabras, hay que reconocer que con un regalo se abren todas las puertas y se llega hasta la gente importante, influyente. Ésta es una gran verdad en la sociedad, en las relaciones humanas. Pero en la esfera del reino de Dios, si Él lo ha llamado a usted a que sea un ministro, un siervo, Él preparará un lugar de servicio para usted, sin necesidad a que usted recurra a medios puramente humanos para lograr una posición. Lo cual quiere decir que Dios le dará el lugar donde pueda servirle mejor. Leamos ahora el versículo 2 de este capítulo 7 de Nehemías:

2 "Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Hananías, jefe de la fortaleza, (porque éste era un hombre fiel y temeroso de Dios, más que muchos)".

Cuando él dijo aquí "mi hermano Hanani", probablemente no quiso decir que era hermano de sangre. Recordemos que al comienzo del libro de Nehemías, cuando se encontraba en el palacio en Susa sirviendo en la corte del rey Artajerjes, uno de sus hermanos de Jerusalén llegó para informarle sobre la condición del remanente que había regresado a Jerusalén. Y era uno de los compatriotas de Nehemías, más que un hermano carnal. Hanani era probablemente uno de los líderes de Jerusalén, y había sido él el que había informado a Nehemías sobre la situación en Jerusalén, como ya hemos leído en el capítulo 1. Así que Nehemías conocía a este hombre. Fue por este motivo que él dijo: "Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Hananías, jefe de la fortaleza". ¿Fue nombrado Hanani para este cargo porque era un hombre educado y formado teológicamente? No. Fue uno de los hombres designados para estar el frente de Jerusalén porque era un hombre fiel, y porque tenía un temor reverencial de Dios mayor que mucha gente, fue elegido por su fidelidad y no por su educación.

3"y les dije: Las puertas de Jerusalén no se abrirán hasta que caliente el sol, y se cerrarán y atrancarán antes de que se ponga".

Y de entre los habitantes de Jerusalén nombré guardias e indiqué que cada uno hiciera su turno frente a su propia casa.

Cada entrada a la ciudad debía ser vigilada durante todo el día. Y durante la noche, cuando cualquier cosa pudiera ocurrir, todos debían mantener la vigilancia. Cada uno tenía que vigilar, al menos, su propia casa. En este sentido, recordemos que en Marcos 13:37, el Señor Jesucristo dijo que Dios nos hace a nosotros responsables por lo menos por nuestro propio hogar, aquellos que están más cerca de nosotros. El Señor Jesucristo dijo, "Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Estad despiertos!" Ésa tendría que ser la actitud de todo creyente. Pero, en todo caso, será una vigilancia confiada en la presencia y los recursos sobrenaturales del Señor. Ahora, el versículo 4, dice:

4 "La ciudad era espaciosa y grande, pero había poca gente dentro de ella, porque las casas no habían sido reedificadas".

No se había completado la edificación de todas las casas. Quizás era posible que alguien hubiera estado interesado en construir su propia casa y se olvidara de vigilaría. La actitud y el espíritu que había prevalecido en la tarea de edificar las murallas y las puertas había sido el de trabajar con una paleta en una mano y una espada en la otra. Y en la vida cristiana y en el servicio a Dios necesitamos ambos aspectos.

En el resto de este capítulo 7 tenemos un registro de familias. Leamos a continuación los versículos 5 al 7:

5 "Entonces puso Dios en mi corazón que reuniera a los nobles, a los oficiales y al pueblo, para que fueran empadronados según sus familias. Y hallé el libro de la genealogía de los que habían subido antes, y encontré que en él se había escrito así: Estos son los hijos de la provincia que subieron del cautiverio, de los que llevó cautivos Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad. Ellos vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Nahamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nehum y Baana".

Lista de los hombres del pueblo de Israel: Ésta es la misma genealogía que aparece en Esdras 2. Y quisiéramos que usted tome nota de esta genealogía porque es muy importante. Ahora, ¿por qué permitió Dios que se gastara tanta tinta en presentar dos veces la misma genealogía? Bueno, es que La palabra de Dios dice, en el Salmo 112:6, para siempre será recordado el justo. Es como si Dios hubiera dicho, "Yo conozco a esa gente y quiero que usted sepa que los conozco". Él ha colocado estos nombres aquí y lo hizo por duplicado. Él dice, "Quizás esto no le parezca interesante, pero para mí lo es. Yo conozco a cada uno de ellos, son míos". 

"Los hijos de Azgad, dos mil trescientos veintidós".

Aquí encontramos a los hijos de Azgad. Ahora, ¿quién sería este Azgad? Fue un hombre conducido al cautiverio en Babilonia. Durante aquellos 70 años, quizás algunos más, su familia se estuvo multiplicando. Aquí se mencionan a sus 2.322 descendientes, y cada uno de ellos pudo decir: "Yo soy descendiente de Azgad" Soy un israelita. Y se quien soy. Azgad fue mi antepasado".

Pero hubo algunos que no podían decir lo mismo, como veremos al leer el versículo 61 de Nehemías 7:

"Estos son los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adón e Imer, los cuales no pudieron mostrar que la casa de sus padres ni su genealogía eran de Israel"

Éstos que aquí se mencionan no pudieron probar su genealogía. Aquellos seguramente pensaron que eran israelitas, esperaban serlo o trataban de serlo. Pero el pensarlo, el esperarlo o el intentarlo no les convertía en israelitas ni les resultaba de ninguna ayuda. Y como no podían probar su descendencia, su genealogía, fueron excluidos. A continuación veamos el versículo 64:

"Éstos buscaron su registro de genealogías, pero no se halló, por lo cual fueron excluidos del sacerdocio"

Aplicando este ejemplo a la experiencia de la salvación, diremos que usted, estimado oyente, no sólo necesita ser salvo, sino que también tiene que saberlo con certeza. Leamos ahora el versículo 65:

"y el gobernador les prohibió que comieran de las cosas más santas, hasta que un sacerdote decidiera la cuestión por medio del Urim y el Tumim".

En aquel tiempo los sacerdotes tomaban sus decisiones, basándose en el Urim y el Tumim, que se encontraban en el pectoral que usaba el sumo sacerdote. El pectoral era como un saquito cuadrado que estaba ligado al efod, que era un ornamento que se llevaba sobre la túnica del sumo sacerdote. Se ha pensado que el Urim y el Tumim eran pequeños guijarros o varillas. Gracias a dos colores diferentes se podía interpretar su salida del efod como un sí o como un no. Si salían juntos, se interpretaba que no había respuesta. Por este medio el sumo sacerdote averiguaba la voluntad de Dios. Aquella fue la manera provista por Dios para aquella época.

Pero en la actualidad, los creyentes en Cristo determinan cual es la voluntad de Dios por medio de Su Palabra y la guía del Espíritu Santo. Y esa misma Palabra es la que nos explica cómo podemos obtener la vida eterna.

Leamos, finalmente por hoy, el versículo 73 de Nehemías 7:

73 "Y los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los del pueblo, los sirvientes del Templo y todo Israel habitaron en sus ciudades".

Éste es, pues, el último versículo de este séptimo capítulo. Los israelitas se encontraban en ese momento de su historia de regreso en su tierra. Bajo la dirección de Nehemías se había realizado una gigantesca obra. Pero, como veremos más adelante, el trabajo no había finalizado. Aún quedaba más tarea para ellos.

Al concluir nuestro estudio de hoy y a raíz de lo que hemos leído en el versículo 3, que cada uno de los vigilantes de la ciudad debía efectuar su turno de guardia, algunos en sus puestos y otros frente a su propia casa, imaginamos que aquellos habitantes de Jerusalén habrán experimentado miedo e inseguridad, especialmente al caer la noche, porque la oscuridad creaba las condiciones propicias para un ataque del enemigo. Pero, en todo caso, aquella vigilancia debía ser una actitud confiada, una actitud de fe consciente de la insuficiencia y debilidad humana, y de la suficiencia y efectividad de los recursos sobrenaturales de Dios. 

Y los temores de aquellos moradores de la ciudad, son nuestros miedos y temores en el día de hoy. 

Recordar las siguientes palabras del Salmo 127: "Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican: si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia". 

Estimado vivimos en un mundo en el que las medidas de seguridad son cada vez más numerosas y efectivas, basadas en los últimos adelantos de la tecnología. Pero el caso es que las personas son cada vez más conscientes de su vulnerabilidad, de su inseguridad. 

Estimado oyente, está claro que hay en nosotros una tendencia a la autodestrucción, y fuerzas o influencias externas que tratan de malograr nuestra vida presente y futura. 

Le invitamos a vivir una vida de seguridad, Y CONFIANZA basada en una relación con Dios. Usted puede iniciar esa relación depositando su fe en Jesucristo, creyendo en Él como su Salvador. Quizás, pueda usted dirigirse a Dios haciendo suyas las palabras del autor del Salmo 31: "Señor . . . inclina a mí tu oído, rescátame pronto; sé para mi roca fuerte, fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi fortaleza, y por amor de tu nombre me conducirás  Y me encaminaras.

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